(La amenaza de lluvia arruina la Madrugá de 2024: las hermandades deciden no procesionar]
Viernes de Pasión son todos los días del año, Señor, desde que te fuiste. Pero también el primer día de la Creación...
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¡Qué solo te vi el martes, Señor, con tu cruz al hombro! Ya se barruntaba la afrenta...
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Esta noche te han abandonado, Señor. Han preferido preservar sus ídolos de madera que salir a Tu encuentro para acompañarte hasta el cadalso. Sumando un oprobio a otro, te han crucificado de nuevo. La superstición se ha impuesto al Evangelio.
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La lluvia pone a cada uno en su lugar: a los capillitas bajo techo y a Cristo, a la intemperie.
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El Via Crucis, o se completa, o te doblega.
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Si Pedro te negó tres veces, ¡cómo no iban a abjurar de ti sus secuaces seculares!
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Hombres de nula fe: se deshace al contacto con el agua...
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¿No queda un solo hombre en toda Sevilla que sea capaz de portar Tu cruz, contigo, hasta Tu casa?
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Tras lo (no) ocurrido esta infame Madrugá, uno no puede dejar de volverse un poco iconoclasta, otro poco luterano.
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¡Tibios! Si no sois capaces de exponer vuestra fe a la prueba del agua, ¿cómo resistiréis la del fuego?
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Ya parece claro: una "devoción" burguesa, acomodada, de silla de pago, de costumbre atávica, no resistirá la acometida inminente del bárbaro.
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¡No te aman, Señor! Aman la imagen que se han hecho de ti, a su escala y semejanza: contentadiza, de mesa camilla y estampita en el monedero. Te han degradado en amuleto.
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Si en Semana Santa los creyentes no somos un poco Savonarolas, acabaremos enterrados como los paganos: de una vez y para siempre.
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Aut... aut... Dios quiere hijos amorosos y entregados, no estrategas de ocasión.
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El catolicismo nació para evitar que ningún cristiano volviera a morir martirizado, no por falta de oportunidades, sino de coraje.
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O una imagen sacra es una escalera, o es una lápida.
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O se procesiona a toda costa (llueve, truene o granice), o mejor hacerlo, como yo todos los años, por dentro.
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Escuchando la Pasión según San Juan, ahora mismo, penetra la luz solar por la ventana... y yo, arrodillado en mi fuero interno, agradezco y me estremezco.