Schlegel: bajo la forma de lo infinito



Escribe Juan Carlos Martínez Yebra que, en las Ideas (1800), Friedrich Slegel "ensalza la labor de la poesía y de la filosofía como instrumentos de formación humana para lograr el progreso en el arte y la ciencia, teniendo como ideal la fusión de ambas. Para lograr esta fusión, la filosofía debe volverse poética y la poesía ha de hacerse filosófica. Pero tal tarea no puede ser culminada sin el concurso de la religión, entendida como la búsqueda de lo divino en el hombre y en la naturaleza. Sin esta idea de lo divino, que es para Schlegel la idea de todas las ideas, no puede alcanzarse ni la cima del arte ni la profundidad de la ciencia". Reproducimos una selección de esta obra fundamental en el estudio de la relación entre poesía y religión en la Modernidad. Puede leerse el texto completo aquí.


Un hombre de religión es quien vive sólo en lo invisible y para quien todo lo visible tiene sólo la verdad de una alegoría.

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Sólo por relación con lo infinito surgen contenido y utilidad; lo que no se relaciona con ello es absolutamente vacío e inútil.

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La vida eterna y el mundo invisible sólo se pueden buscar en Dios. En Él viven todos los espíritus, Él es un abismo de individualidad, la única plenitud infinita.

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Dejad libre la religión y dará comienzo una nueva humanidad.

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El entendimiento –dice el autor de los Discursos sobre la religión– sólo sabe del Universo; cuando la fantasía reina tenéis un dios. Totalmente correcto: la fantasía es el órgano del hombre para la divinidad.

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El verdadero hombre de religión siente siempre algo más elevado que la compasión.

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Las ideas son pensamientos infinitos, autónomos, siempre dinámicos en sí mismos, divinos.

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Solamente puede ser un artista aquel que tiene una religión propia, una visión original de lo infinito.

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Todo concepto de Dios es palabrería vana. Pero la idea de la divinidad es la idea de todas las ideas.

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El hombre de religión meramente como tal se halla solo en el mundo invisible. ¿Cómo puede aparecer entre los hombres? No querrá ninguna otra cosa sobre la tierra que dar a lo finito la forma de lo eterno y, así, tenga su tarea los nombres que tenga, debe ser y seguir siendo un artista.

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Si las ideas se convierten en dioses, la conciencia de la armonía se convierte entonces en devoción, humildad y esperanza.

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La religión debe envolver por todas partes, como su elemento, el espíritu del hombre moral, y este luminoso caos de pensamientos y sentimientos divinos es lo que llamamos entusiasmo.

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Es propio de la humanidad que tenga que elevarse por encima de la humanidad.

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La simetría y la organización de la historia nos enseñan que la humanidad, desde que comenzó a existir, comenzó siendo ya realmente una persona, un individuo. En esta inmensa persona de la humanidad Dios se ha hecho hombre.

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La vida y la fuerza de la poesía consiste en que salga de sí misma, arranque un pedazo de la religión y, apropiándoselo, retorne entonces a sí misma. Exactamente lo mismo ocurre también con la filosofía.

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Quien tiene religión, hablará como poeta. Pero para buscarla y descubrirla el instrumento es la filosofía.

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Una relación determinada con la divinidad debe resultar al místico tan insoportable como una visión determinada o concepto de la misma.

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A Dios no lo vemos, pero vemos por todas partes lo divino; no obstante, lo vemos sobre todo y de la manera más propia en el centro de un hombre lleno de sentido, en la profundidad de una obra humana viva. Puedes sentir inmediatamente, pensar inmediatamente la naturaleza, el Universo; pero no la divinidad.

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Sólo el hombre entre los hombres puede cultivar la poesía y pensar de acuerdo con la divinidad, y vivir con religión. Nadie puede ser un mediador directo para sí mismo, ni siquiera para su espíritu, porque el mediador tiene que ser un puro objeto, cuyo centro pone fuera de sí el que lo contempla. Uno elige y se establece para sí el mediador, pero uno sólo puede elegir y establecerse como mediador a quien ya se ha establecido a sí mismo como tal. Un mediador es aquel que percibe en él mismo lo divino y, aniquilándose, renuncia a sí mismo para proclamar, comunicar y presentar lo divino a todos los hombres con sus costumbres y sus actos, con sus palabras y sus obras. Si este impulso no tiene éxito, es que lo percibido no era divino o no era realmente propio. Mediar y ser mediado es toda la vida superior del hombre, y toda artista es un mediador para todos los demás.

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Un artista es quien tiene su centro en sí mismo. Quien carece de él debe elegir un guía o mediador determinado fuera de sí, naturalmente no para siempre, sino sólo al principio. Pues sin un centro vivo el hombre no puede existir; y si todavía no lo tiene en sí, entonces sólo le es lícito buscarlo en un hombre, y sólo un hombre y su centro pueden estimular y despertar el suyo propio.

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Poesía y filosofía son, según se tome, diferentes esferas, diferentes formas, o también los factores de la religión. Pues intentad tan sólo unir ambas realmente, y no obtendréis otra cosa que religión.

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La religión, en sí misma, es ciertamente eterna, idéntica a si misma e inmutable, como la divinidad; pero, por ello mismo, aparece siempre transformada y bajo una nueva forma.

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La plenitud de la cultura la encontrarás en nuestra más elevada poesía; pero la profundidad de la humanidad búscala en los filósofos.

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Se tiene sólo tanta moral como filosofía y poesía se tenga.

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Dad simplemente forma humana a vuestra vida y habréis hecho bastante; pero nunca alcanzaréis la cima del arte y la profundidad de la ciencia sin algo divino.

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La ironía es la conciencia clara de la agilidad eterna, del caos y su infinita plenitud.

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Todo el pensamiento del hombre religioso es etimológico, un referir todos los conceptos a la intuición originaria, a lo más propio.

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Toda relación del hombre con lo infinito es religión; es decir, del hombre en toda la plenitud de su humanidad. Cuando el matemático calcula la magnitud infinita, esto no es, por supuesto, religión. Lo infinito pensado en aquella plenitud es la divinidad.

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Toda vida es, de acuerdo con su primer origen, no natural, sino divina y humana; pues debe brotar del amor, lo mismo que no puede haber entendimiento alguno sin espíritu.

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Imagínate algo finito bajo la forma de lo infinito; entonces piensas en un hombre.

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Tu meta es el arte y la ciencia; tu vida, el amor y la cultura. Te hallas, sin saberlo, en el camino de la religión. Reconócelo y seguro que alcanzarás la meta.





En Speculum reunimos textos e imágenes de la tradición occidental
desde una perspectiva abiertamente cristiana
con el propósito de contribuir a su mejor conocimiento,
en la convicción de que el saber es el mejor camino hacia la fe.



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(traducción inédita)

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(reflexión)

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(aforismos inéditos)

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(poemas inéditos)

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(avance editorial)

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(análisis iconográfico)

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Juan Ramón Jiménez: 
ese animal de los fondos luminosos
(poema)

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(avance editorial)

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(retrospectiva literaria)

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(opinión)

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(semblanza)

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