La resurrección (detalle) Benvenuto di Giovanni, 1490 |
ME HAS TOCADO, SEÑOR, HAS SIDO TÚ.
Lo has hecho con la punta de los dedos.
Andaba entre el gentío y me has parado.
Me cercaban sonrisas y quejidos,
Se me agarraban a los hombros sueños,
proyectos de grandeza.
Sentía manotazos, empujones.
Y de pronto,
¿quién me ha tocado?
¿Quién?
¿Quién me ha rozado
la túnica del alma
que he sentido un poder en mis adentros?
Como si el arco de un violín rindiese la voz de los cañones,
como si el vuelo de una mariposa detuviese un glaciar,
tu mano me ha parado,
me ha querido
en mitad de mi vida,
en mitad de mi muerte.
¿Para qué?
¿Qué milagro, Señor, quieres hacerme?
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DIOS SE QUITÓ LA ROPA PARA PROBARSE AL HOMBRE,
a ver qué se sentía:
cómo era el hambre, a qué sabía el barro,
qué era la sed, la oscuridad, el día,
qué cosa era nacer, qué era morirse.
Te pusiste esta carne que era mía.
Porque tú no creaste
el cosmos y la vida
para verlos de lejos;
hiciste la creación para vestírtela,
Señor, para ser hombre para siempre.
Y ver cuánto dolía,
y hablarle a Dios de lejos,
sentir que no te oía,
que te podía el miedo,
te ahogaba la saliva.
Supiste qué eran lágrimas
y qué eran las espinas,
y no te conocías a ti mismo,
y preguntabas a tu voz más íntima
por qué nos lo pusiste tan difícil,
por qué tu voluntad y no la mía.
Ahora Dios ya sabe qué es ser hombre;
es una cicatriz que no se quita.
En Speculum reunimos textos e imágenes de la tradición occidental
desde una perspectiva abiertamente cristiana
con el propósito de contribuir a su mejor conocimiento,
en la convicción de que el saber es el mejor camino hacia la fe.
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